Si fa pocs dies ens feiem ressó d´una entrevista a Jordi Tosas, alpinista de Blanes, respecte als riscos dels cims de l´Himalaia, ara s´ha fet públic la tragèdia viscuda per alpinistes sudcoreans, en l´intent de fer un dels cims mes díficils, i que completen la llista del 14 cims per sobre dels 8.000 metres: l´Annapurna.
Us fem arribar l´article publicat el dia 02/11/2011, al diari EL PAIS.
Pocos escapan del Annapurna
Corea del Sur llora la muerte de tres alpinistas, entre ellos el pionero Park Young-seok, en la cara sur del más mortífero de los 14 ochomiles
ÓSCAR GOGORZA – Bilbao – 02/11/2011
El Annapurna es la Espada de Damocles de todos aquellos que aspiran a coleccionar las 14 cimas más elevadas del planeta. Paradójicamente, la primera montaña de 8.000 metros hollada por el ser humano (1950), casi siempre es la última de la lista. Por razones obvias: morir en sus laderas siempre ha resultado más probable que en las de cualquier otro ochomil. Solo en el año 2000, por cada 100 ascensiones a su cima se contaban medio centenar de desaparecidos. Poco importa qué vertiente se escoja: la norte, o clásica, concentra la inmensa mayoría de las expediciones, mientras que la vertiente sur acoge en exclusiva a los mejores alpinistas: nada de coleccionismos, tan solo aventura y mucho compromiso.
En esta vertiente brutal de la montaña acaban de dar por desaparecidos a los surcoreanos Park Young-seok, Dong Min-shin y Gi Seok-gang, noticia que ha merecido todos los titulares posibles en el país asiático. Allí, el montañismo es lo que el fútbol en Europa: una religión, quizá menos ruidosa, pero religión a fin de cuentas. El país entero llora la triple pérdida, pero sobre todo lamenta la desaparición de Park Young-seok, el gran pionero, el primer surcoreano en hollar los 14 ochomiles y también el único montañero en adjudicarse lo que los norteamericanos llaman el Grand Slam: las siete cimas más elevadas de cada continente y la conquista de los dos polos.
El pasado 17 de octubre, los tres coreanos dejaron atrás el campo base de la cara sur del Annapurna dispuestos a lanzar un ataque definitivo a la montaña, a través de una nueva vía. Un día más tarde, espantados por las caídas de rocas y el mal tiempo, comunicaron que abortaban su intento. Estaban a 6.400 metros. Las 19 personas involucradas en su búsqueda solo han podido hallar un trozo de su cuerda, enterrada bajo cuatro metros de nieve. Probablemente, un alud acabó con sus vidas, cerrando el último capítulo de un serial de éxitos y desgracias estrenado en este escenario en 1970. Ese año, la mejor generación de alpinistas ingleses, dirigida por el legendario Chris Bonnington, abrió un itinerario de otra época directo a la cima principal del Annapurna. Dougal Haston, Don Whillans e Ian Clough pisaron la cima, aunque este último pereció durante el descenso. Más de 40 años después, las imágenes de esa expedición estremecen a los entendidos, incapaces de entender cómo con los medios de la época lograron sobrevivir a las dificultades técnicas, a la altura y a los aludes.
Con todo, la cara sur del Annapurna siempre quedará unida a uno de los relatos de supervivencia más improbables que se recuerdan en el mundo del alpinismo. En 1992, los franceses Pierre Béghin y Jean Christophe Lafaille se unieron para abrir una vía nueva en estilo alpino, sin más ayuda que la pudiesen prestarse el uno al otro y sin campos o cuerdas fijas. A escasas horas de la cima, se vieron sorprendidos por una tormenta que les obligó a renunciar. Durante su descenso, el anclaje de un rápel cedió, propiciando la caída al vacío de Béghin. Lafaille, que necesitaría años de tratamiento psicológico para olvidar la mirada fija de su compañero en el momento de caer, invirtió varios días en descender por sí mismo, sin cuerdas ni apenas herramientas o comida y con un brazo fracturado por el impacto de una roca. Solo su enorme destreza, la fortuna y su voluntad obraron el milagro. Y 10 años después, Lafaille se unió a Alberto Iñurrategi para firmar la primera repetición de la arista este al Annapurna, un viaje infinito estrenado en 1984 por Erhard Loretan y Norbert Joos. Iñurrategi sumó así, de la forma más elegante posible, su decimocuarto ochomil. Lafaille se sacudió varios demonios. En 2008, empleando idéntico recorrido, Iñaki Ochoa de Olza falleció a causa de un doble edema, cerebral y pulmonar. El navarro consideraba que la ruta normal de la montaña, por la cara norte, era una verdadera ruleta rusa a la que no deseaba enfrentarse.
Paradójicamente, en este escenario el alpinismo español conserva uno de sus grandes momentos, una hazaña adelantada a su época que el recuerdo, perezoso, tiende a arrinconar. Los catalanes Enric Lucas y Nil Bohigas abrieron un nuevo itinerario en la pared sur, en estilo alpino, alcanzando la cima central del Annapurna (8.061 m). Fue una gesta de tal calibre que casi 30 años después apenas ha tenido réplica en nuestro alpinismo. La mayor parte de los grandes actores de la sur del Annapurna ha muerto. Como si fuese imposible escapar.
Fa poques setmanes, es produïa una mort al Pedraforca. Muntanya que cada any es cobra alguna víctima o ferit greu, tot i ser una muntanya molt transitada, i que ningú consideraria perillosa. Aquest cap de setmana passat, dos excursionistes que estaven per la zona del Puigmal, varen caure 200 metres, ja que es varen trobar una zona de gel. Varen ser rescats pels GRAE i traslladats a l´hospital amb ferides greus. S´ha de valorar adequadament els riscos i sobretot la capacitat d´un mateix per enfrontar-se als mateixos. Deixant de banda els accidents involuntaris que sempre es poden donar, de vegades es confia massa en un mateix.
Avui mateix, al diari EL PAÍS, un alpinista reconegut expressava el seu parer, amb aquest article, que us adjunto:
“La pureza del alpinismo o el circo de la montaña
El alavés Juan Vallejo, que ha subido nueve ochomiles, defiende el estilo alpino, el de los orígenes, en lugar de las rutas masificadas
¿Cuál es el verdadero alpinismo? Hay diferentes estilos de ascensión, y diferentes modos de vivir la montaña. Está el alpinismo de rutas normales y que anda también por rutas difíciles ya conquistadas. En él prima la seguridad y el alpinista está muy arropado. Y está luego el que es para mí el verdadero alpinismo, en el que el compromiso se dispara, en el que estás solo, sientes el riesgo, pero también la mayor satisfacción. En esta segunda vertiente, la forma de afrontar la escalada es la más limpia, al estilo alpino, sin cuerdas fijas, sin campos de altura ya establecidos. Cuando en esa situación sufres un accidente a 7.000 metros, la retirada es casi imposible, como le ha sucedido a los tres surcoreanos en la cara sur del Annapurna. Entonces no tienes un cordón umbilical que pueda salvarte, sino que has de montarte los rápeles e intentar salvar la vida.
El estilo alpino es la defensa de la pureza. Es una vuelta a los orígenes, a cómo se escalaba en los Alpes. De ahí su nombre. Entonces la gente salía de su casa con una mochila con todo lo necesario, escalaba y regresaba. Eso, claro, es muchísimo más complicado en las grandes montañas, pero el espíritu de esos primeros montañeros sigue vivo. Llevar una mochila con más de 15 kilos de peso para intentar subir a más de 8.000 metros es una empresa más que complicada. Pero supone también enfrentarte a la montaña con tus propios medios. Cuanto más cuesta, más satisfacción encuentras. No es lo mismo ir al Everest con todas las ayudas que ir tú solo. En esos momentos, la satisfacción es infinita.
Hoy en día, la gran mayoría pisa las rutas normales y masificadas. Pero el otro alpinismo nunca se perderá. Siempre existirá el alpinismo puro. Cada una tiene un valor diferente. En el estilo alpino no se busca la fama. Sí, las posibilidades de éxito y la seguridad son mayores en la otra vía, y la gente se fija más en los Juanitos y Edurnes. En la otra vertiente hay mucha gente anónima. Yo entiendo el alpinismo al estilo puro. Defiendo el alpinismo de pocos medios, porque es una lucha de igual a igual. Eso es lo más bonito y lo que da más satisfacciones. Es lo que más se acerca al ideal del alpinismo. El circo está muy bien para quien quiera simplemente coleccionar ochomiles.
Ascendí el Annapurna en 1999 por la carta norte. Tanto esta como la sur tienen muchas muertes a sus espaldas. La norte es más sencilla técnicamente, pero la sur, más escarpada, es con la que sueña todo alpinista, la más difícil, también la más peligrosa, y la que tiene un triste historial, pero ahí viven nuestros sueños.
Juan Vallejo, alavés de 41 años, ha subido nueve ochomiles entre 1995 y 2010.”
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